El calentamiento global está transformando hábitats y poniendo en peligro a miles de especies, con impactos irreversibles en la biodiversidad.
Durante años, la pérdida de hábitat y la sobreexplotación han sido consideradas las principales amenazas para la fauna silvestre. Sin embargo, un reciente estudio liderado por William J. Ripple de la Universidad Estatal de Oregón y Erik Joaquín Torres-Romero de la Universidad Politécnica de Puebla, en México, revela que el cambio climático ha escalado rápidamente como una tercera gran amenaza.
La investigación, publicada en BioScience, analiza datos de más de 70.000 especies y concluye que al menos el 5,1% de ellas están directamente afectadas por el calentamiento global. Eventos recientes, como la desaparición de más de 10.000 millones de cangrejos de nieve en el mar de Bering desde 2018, demuestran cómo el alza de temperaturas está alterando ecosistemas completos.
Los autores advierten sobre la gravedad de esta crisis: «Estamos entrando en una crisis existencial para los animales salvajes del mundo. Si bien algunas especies podrían beneficiarse, el aumento de la temperatura global puede tener diversos impactos en los animales salvajes, incluyendo cambios en su fisiología, comportamiento, ciclo de vida, distribución e interacciones entre especies.»

Impacto en la fauna silvestre
El cambio climático afecta a las especies de maneras diversas y muchas veces imprevisibles. La elevación de temperaturas provoca desplazamientos forzados, cambios en patrones de reproducción y alteraciones en las dinámicas de supervivencia.
Uno de los casos más alarmantes es el de los cangrejos de nieve (Chionoecetes opilio), cuya drástica disminución en el mar de Bering ha sido atribuida al aumento de la temperatura oceánica. Desde 2018, se estima que más de 10.000 millones de ejemplares han desaparecido, afectando tanto los ecosistemas marinos como las comunidades humanas que dependen de su pesca.
Las ballenas jorobadas han sufrido impactos devastadores. En el Pacífico Norte, se reportaron 7.000 muertes, asociadas a olas de calor marinas que redujeron la disponibilidad de alimento y afectaron sus rutas migratorias. De manera similar, la costa oeste de América del Norte registró la pérdida de 4 millones de araos comunes entre 2015 y 2016, un fenómeno vinculado directamente a las variaciones extremas en la temperatura del agua.

Los corales también enfrentan amenazas sin precedentes. En 2016, una ola de calor provocó el colapso del 29% de los arrecifes de la Gran Barrera de Coral en Australia, dejando vastas zonas blanqueadas y sin vida. Esta degradación no solo afecta la biodiversidad marina, sino que compromete la estabilidad de ecosistemas enteros.
Las poblaciones de abejorros están disminuyendo drásticamente, lo que pone en riesgo la polinización y, con ello, la producción agrícola y la regeneración de ecosistemas naturales. En Europa y América del Norte, casi la mitad de las 300 especies han sido diezmadas, una pérdida que podría tener consecuencias graves para la biodiversidad y la seguridad alimentaria.

Consecuencias ecológicas
La extinción o desplazamiento de especies no ocurre en un vacío: tiene un efecto dominó sobre los ecosistemas. Los cangrejos de nieve no solo representan una fuente de alimento para otras especies, sino que también sostienen pesquerías y comunidades humanas en el Ártico.
Las aves migratorias juegan un rol clave en la dispersión de semillas y el mantenimiento de diversos hábitats. Si sus ciclos se alteran, pueden desencadenarse crisis ecológicas inesperadas en distintos puntos del planeta.
La pérdida de arrecifes de coral afecta gravemente a miles de especies marinas que dependen de estos ecosistemas. Del mismo modo, el declive de los polinizadores como los abejorros podría tener consecuencias catastróficas para la agricultura y la seguridad alimentaria a nivel global.

Respuestas y soluciones
El estudio subraya la urgencia de tomar medidas para mitigar estos efectos. La protección de hábitats clave es fundamental para garantizar la supervivencia de especies vulnerables, asegurando que conserven sus condiciones naturales. Asimismo, la adaptación de políticas pesqueras y agrícolas ayudaría a reducir el impacto sobre los ecosistemas sensibles, evitando una explotación descontrolada de recursos.
A nivel global, los acuerdos internacionales desempeñan un papel crucial en la regulación de emisiones y la restauración de entornos degradados, medidas esenciales para frenar la crisis climática. Finalmente, la educación y la acción comunitaria son indispensables para generar conciencia y movilizar esfuerzos locales, fortaleciendo la participación ciudadana en la protección de la biodiversidad.