El consumo acelerado de recursos en Chile refleja un problema global. América Latina debe actuar para proteger sus ecosistemas y garantizar su futuro.
El 17 de mayo de 2025, Chile alcanzó el sobregiro ecológico por sexto año consecutivo, agotando en solo cinco meses los recursos naturales que la Tierra puede regenerar en un año completo. Este fenómeno, identificado por Global Footprint Network, refleja un modelo de consumo insostenible que compromete el bienestar de las generaciones futuras.
Un problema que se agrava
En relación con 2024, este año el sobregiro ecológico llegó seis días antes, lo que evidencia un deterioro acelerado en el uso de los recursos naturales. Ante esta situación, Greenpeace Chile ha señalado tres grandes amenazas que explican este adelanto: la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la contaminación por plásticos.
El impacto del cambio climático se hace cada vez más evidente en Chile, con sequías prolongadas, incendios forestales y alteraciones en los patrones meteorológicos que afectan la producción agrícola y la disponibilidad de agua.
A esto se suma la pérdida de biodiversidad, con ecosistemas degradados y especies en peligro de extinción debido a la expansión urbana y la explotación de recursos naturales. La contaminación por plásticos, por su parte, sigue siendo un problema crítico, con toneladas de desechos acumulándose en océanos, suelos y fuentes de agua dulce, afectando la salud de los ecosistemas y de las comunidades.

Un problema regional, con contrastes
Chile no está solo en esta crisis. Muchos países de América Latina enfrentan sobregiros ecológicos propios, aunque las fechas varían según el consumo y la disponibilidad de recursos. La deforestación en la Amazonia, la contaminación urbana en México y el avance de la minería en Argentina son solo algunos ejemplos de cómo la región vive su propio desgaste ambiental.
Sin embargo, hay ejemplos positivos. Uruguay alcanzará su Día del Sobregiro Ecológico el 17 de diciembre de 2025, según datos de Global Footprint Network, lo que lo convierte en el país sudamericano con la fecha más tardía. Su apuesta por energías renovables, gestión sostenible de recursos naturales y menor densidad poblacional contribuye a extender su equilibrio ambiental.

Soluciones urgentes y accesibles
Para frenar el deterioro ambiental, es fundamental implementar medidas estructurales y colectivas que permitan revertir la tendencia del sobregiro ecológico. En Chile, Greenpeace ha propuesto una serie de acciones que pueden servir como referencia para toda América Latina.
La descarbonización acelerada es una de las estrategias más urgentes. La transición hacia energías limpias debe establecer metas ambiciosas y plazos concretos, asegurando que el país reduzca su dependencia de combustibles fósiles y avance hacia una matriz energética sostenible.
La protección de los ecosistemas también juega un papel clave. La creación de una Ley de Costas permitiría garantizar la conservación de los territorios litorales, evitando su privatización y asegurando que los recursos naturales sean gestionados de manera responsable.

Otro aspecto fundamental es la reducción de plásticos de un solo uso. Aunque existen normativas para limitar su producción y consumo, su cumplimiento sigue siendo un desafío. Es necesario reforzar la aplicación de estas regulaciones y fomentar alternativas sostenibles que minimicen la contaminación.
Finalmente, la educación ambiental se presenta como una herramienta poderosa para generar conciencia y promover cambios a nivel comunitario. Programas que conecten a la ciudadanía con soluciones prácticas y accesibles pueden marcar la diferencia, impulsando una cultura de sostenibilidad que trascienda generaciones.

Narrativas de esperanza: iniciativas que están haciendo la diferencia
A pesar del escenario preocupante, existen proyectos que están revirtiendo el daño ambiental. Desde comunidades indígenas que protegen la Amazonia hasta emprendimientos que transforman desechos plásticos en materiales reutilizables, América Latina tiene ejemplos de resiliencia ecológica que deben ser promovidos.
En Uruguay, iniciativas como la gestión de residuos y la economía circular han sido clave para reducir el impacto ambiental. Programas de separación en origen y reciclaje han permitido optimizar recursos y minimizar desechos, demostrando que las políticas ambientales pueden marcar la diferencia.