América del Sur atraviesa una de las olas de frío más intensas de los últimos años. Según registros meteorológicos internacionales, Argentina figura entre los países más fríos del planeta, con temperaturas comparables a las de Groenlandia. Esquel, en la provincia de Chubut, lideró el ranking nacional con una mínima de -17,2 °C, seguida de cerca por Maquinchao (Río Negro), con -16,8 °C.

En Bolivia, el municipio de Jesús de Machaca, en el departamento de La Paz, registró -15,7 °C. Además, en sectores como Laguna Colorada se acumularon nevadas de hasta 20 centímetros, de acuerdo con el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi). En Chile, la localidad de Balmaceda (Aysén) alcanzó los -19 °C, mientras que Coyhaique y Visviri también se situaron en torno a los -10 °C.
La ola de frío se originó tras el ingreso de una masa de aire polar el 27 de mayo. Desde entonces, varios países del Cono Sur -incluidos Bolivia, Paraguay, Perú y Uruguay– han experimentado un marcado descenso térmico, con impactos en infraestructura, salud y transporte, especialmente en regiones poco habituadas a fenómenos invernales de esta magnitud.

En simultáneo, Europa experimenta una situación opuesta. Una ola de calor de alcance regional ha llevado a varios países mediterráneos a activar alertas rojas. España y Portugal registraron máximas superiores a los 43 °C, Francia alcanzó los 41 °C e Italia los 40 °C. El aumento sostenido de las temperaturas en el continente se atribuye a un anticiclón procedente del norte de África que ha intensificado el calor estival.
Las consecuencias no se han hecho esperar: interrupciones en servicios de transporte y emergencias, afectación de la actividad escolar y cancelaciones en eventos de gran escala como el torneo de Wimbledon.
Expertos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) advierten que tanto estas olas de calor como las de frío extremo serán cada vez más frecuentes e intensas debido al cambio climático inducido por actividades humanas, en particular la quema de combustibles fósiles. Clare Nullis, portavoz de la OMM, señaló que si bien julio es tradicionalmente el mes más cálido en el hemisferio norte, resulta excepcional observar estos extremos tan temprano en la temporada.

Ambos fenómenos ponen en evidencia una tendencia global: la creciente volatilidad climática. Aunque las condiciones varíen entre hemisferios, los datos científicos son consistentes en señalar un incremento sostenido de las temperaturas globales desde la década de 1980. Incluso con interrupciones temporales -vinculadas a eventos naturales como erupciones volcánicas- la trayectoria del calentamiento global resulta inequívoca.
En este contexto, es fundamental subrayar que la ocurrencia de fenómenos climáticos extremos, ya sea frío o calor, en distintas regiones del planeta, no contradice, sino que refuerza la realidad del calentamiento global. A pesar de las aparentes contradicciones, el cambio climático es una evidencia sostenida por décadas de registros científicos y una experiencia cada vez más palpable en nuestras sociedades.