¿Qué es la ecoansiedad y cómo nos afecta?
La ecoansiedad —también llamada ansiedad ecológica o estrés ambiental— es una respuesta emocional comprensible ante la creciente conciencia sobre el cambio climático y el deterioro de los ecosistemas. Se manifiesta como preocupación persistente, impotencia y, a veces, desesperanza frente a una crisis que sentimos cercana pero difícil de revertir.
Entre sus causas están el temor por el futuro del planeta, la incertidumbre sobre las generaciones venideras y la vivencia directa o indirecta de eventos extremos. Esta ansiedad se intensifica cuando las acciones individuales o colectivas parecen insuficientes frente a la urgencia. Para afrontarla de forma asertiva, es clave educarnos. La ignorancia genera miedo, y el miedo suele paralizarnos. Conocer los avances científicos, las políticas en curso y las soluciones que se están gestando nos permite recuperar agencia y esperanza.
Actuar y conectar con la problemática de forma activa es una estrategia poderosa. No solo nos vincula con el entorno, sino que nos impulsa a adoptar un estilo de vida más sostenible, coherente con nuestros valores. Para ello, es fundamental rodearnos de personas con intereses afines. Los grupos nos ofrecen pertenencia, contención y espacios seguros de intercambio.
El autocuidado como estrategia de fortaleza ante la ecoansiedad
También es esencial cuidar nuestra salud mental y física. Cuando la ansiedad nos desborda y sentimos que no contamos con las herramientas necesarias, buscar apoyo profesional es un acto de responsabilidad y autocuidado. Reconocer nuestros miedos, aceptarlos y darles lugar es el primer paso. Esto nos permite construir estrategias que nos fortalezcan frente a una amenaza real.
La acción positiva es una herramienta poderosa frente a la ecoansiedad. Sin embargo, no siempre se vive como suficiente. A veces se transita en soledad o con la sensación de que “no alcanza”. Esto puede derivar en aislamiento o tristeza.
Inspiración: De Jane Goodall a la COP30
Por eso quiero compartir dos ejemplos que inspiran. El primero es Jane Goodall, quien, con humildad, compromiso y un “granito de arena” transformó incluso nuestra idea de lo humano. El segundo es la COP30. Este es un espacio de cooperación internacional que reúne necesidades diversas con el objetivo común de encontrar soluciones.
En homenaje a la sabiduría de Jane, recupero parte de su legado. A lo largo de décadas de investigación y vínculo con los chimpancés, logró derribar la distancia entre “ellos” y “nosotros”. Observó conductas como el uso de herramientas, estructuras sociales complejas, crianza, reconciliación y altruismo. Sin adornos ni arrogancia, mostró una realidad profundamente semejante a la nuestra .
Su enfoque de conservación abrió nuevas preguntas: ¿Qué significa ser humano? ¿Cómo equilibrar las necesidades de las personas y la naturaleza? ¿Qué acciones detendrán la destrucción de los bosques tropicales, clave en la lucha contra el cambio climático? ¿Cómo preparar a las juventudes para enfrentar los desafíos que impactan nuestro planeta?

La Naturaleza como camino hacia el equilibrio
Desde una mirada realista, creo que no hay separación sino complementariedad. Con respeto, puede nacer el equilibrio. Somos parte de la naturaleza, y en ella están las herramientas. Aunque la hayamos dañado, aún guarda amor suficiente para sanar, si estamos dispuestos a cambiar.
La ecoansiedad es una consecuencia de nuestras acciones. Hay quienes, aun sintiéndose solos o inseguros, siguen haciendo la diferencia. A ellos, el mensaje es claro: vale la pena conectar y darlo todo con convicción y esperanza.
Mientras que otros se agrupan, se contienen y buscan soluciones globales. Estas están basadas en la confianza mutua, la ciencia y el progreso. Para ellos, el mensaje es: muchos respetarán esas acciones, aunque otros sigan buscando atajos sin conciencia.
Y para nosotros, el mensaje es este: no importa si somos uno o muchos, si somos visibilizados o no. La vida es una, y el respeto por cada ser y ecosistema justifica nuestro compromiso. La acción positiva es, hoy, nuestra mejor herramienta frente a la ecoansiedad.

